En los bosques de nuestra región, hay muchas criaturas que no podemos ver. Todas ellas son parte de la naturaleza y la gente las conoce por las fábulas y los cuentos infantiles. Sin embargo, que no podamos verlas, no significa que no existan…
Como parte de la tradición navideña, Grupo Tecniobras rescata este año un personaje de la mitología cántabra, El Esteru. Este peculiar personaje, con la ayuda de su fiel ayudante el burru, dedica todo el año a cortar madera y fabricar juguetes, excepto en Navidad, cuando llega la hora de repartirlos entre los niños de Cantabria. Pero conozcamos mejor su historia.
ESTERU. EL ALMA DE LA NAVIDAD DE CANTABRIA.
Hace muchos años, en los profundos bosques de Cantabria, vivía un hada buena y muy hermosa. Su pelo era amarillo como el sol y sus ojos muy brillantes. Como todas las hadas buenas de Cantabria, esta era muy bondadosa con la gente y siempre estaba acompañada por unos pequeños enanucos, que la ayudaban en su trabajo.
Un día, mientras cruzaba el bosque, se detuvo a peinar sus cabellos en el reflejo del río. De repente, empezó a oír, muy agitados, a los enanucos del bosque que habían encontrado algo que se movía entre unos troncos. El hada se acercó a ver qué sucedía.
-¡Es un bebé, en un bebé!-, dijeron todos. -No podemos dejarlo aquí, se moriría de frío-, dijo el hada; -tenemos que buscarle un hogar con los humanos-.
-Desde ahora – dijo el hada al bebé – te llamaremos Esteru, porque es maravilloso haberte encontrado. Y por ello, te daré los regalos de ‘valentía’ y ‘bondad’, durante toda tu vida-. Entonces el Hada cogió al bebé y lo llevó a una casita en el límite del bosque donde vivían un hombre y una mujer que no tenían hijos. -Ellos le cuidarán y estarán felices de tener este niño-, dijo el hada, y dejó al recién nacido en su puerta.
El hombre salió de la casa y se sorprendió al ver al bebé, y llamó a su esposa: - ¡Cuca, Cuca, ven aquí rápidamente! - ¡Mira lo que nos han dejado! -. Tal como el hada había dicho, el hombre y la mujer fueron muy felices al encontrar a este niño que cubrieron con una cálida manta y lo tomaron como su hijo.
Y así fue como Esteru llegó a crecer en aquellas maravillosas montañas, hasta que se convirtió en un hombre fuerte y cariñoso. Sus padres fueron muy felices y Esteru se sentía muy querido.
Esteru trabajaba todos los días de la mañana a la noche, cortando madera y ayudando a su anciano padre a vender los coloños de madera por los pueblos. Con el tiempo, sus padres murieron y se quedó muy solo en la casa del bosque.
Fueron pasando los años y se fue haciendo mayor; su cara comenzó a arrugarse y su pelo se puso blanco. Los años lo volvieron más triste y pensó que podía dedicar su tiempo a ayudar a otras personas. Así recordó que en el pueblo había una casa en la que vivían muchos niños que no tenían padres. Vivían de cualquier cosa que la gente del pueblo los llevara, y él se dio cuenta de que esos niños estaban muy solos, justo como él, y que podría hacer cosas para que, de algún modo, fueran felices.
Esteru era muy habilidoso con sus manos e hizo algunos juguetes de madera para aquellos niños, pequeños juguetes y muñecas, que él podría regalar a los niños cuando fuera al pueblo a vender
su madera. Cuando terminó los muñecos y el resto de juguetes, los puso en una gran bolsa y con su burro marchó hacia el pueblo. Fue in día feliz y sus ojos brillaban de emoción.
Le tomó toda la mañana caminar a través de las montañas hasta llegar al pueblo, pero no le importó. Sonreía como si estuviera en un sueño porque, con sus juguetes, llevaba la ilusión a los niños. Cuando estos recibieron los regalos, fueron muy felices y Esteru se pasó la tarde jugando con ellos y contándoles las historias que había aprendido de su padre cuando él era pequeño.
Esteru se volvió entonces muy conocido en los pueblos. Cada vez que acudía a un pueblo, los niños lo rodeaban rápidamente y lo abrazaban, y así fue recorriendo todos los pueblos de Cantabria, regalando los juguetes que él mismo hacía.
Esto sucedió durante muchos y felices años, pero un día una terrible tormenta asoló los pueblos y montañas de Cantabria, destruyendo casas y bosques. Los fuertes vientos y el sonido de los truenos asustaron a los niños. Ese mismo día, cuando Esteru iba de camino hacia uno de los pueblos, vio un rayo que alcanzaba la casa de los niños huérfanos y que rápidamente empezó a arder en llamas. Corrió muy rápido hacia la casa y vio algunos niños en una de las ventanas, muy asustados, gritando y pidiendo ayuda. Sin dudarlo ni un momento, entró en la casa que estaba en llamas, cubrió a los niños con una manta para protegerlos del fuego y los sacó a través de una ventana poniéndolos a salvo.
Pero mientras él estaba tratando de salir, una viga de madera vieja y grande cayó del tejado en llamas sobre él. Con el golpe, Esteru cayó al suelo con gran dolor; su fuerte y hermoso corazón se detuvo en ese momento. Los aldeanos lloraron al saber lo ocurrido, y se dieron cuenta de que no había nada que ellos pudieran hacer. Pero… en ese mismo momento fueron sorprendidos por una luz brillante que salía de la casa en llamas. Nadie podía ver lo que estaba ocurriendo allí.
Dentro de la casa, el hada que había rescatado a Esteru en las montañas cuando él era un bebé, apareció junto a él y comenzó a llamarlo por su nombre con su dulce voz: -¡Esteru! ¡Esteru!-. Y le dijo: -Esteru, tú has sido un hombre bueno, lleno de fe y de buen corazón. Has dedicado tu vida a hacer cosas para los demás y has dado hasta tu propia vida para salvar a otras personas. Por eso, no quiero que te mueras. Yo quiero que vivas para siempre y, de ahora en adelante, harás juguetes y otros regalos para todos los niños de este pueblo y de todos los rincones de Cantabria-
-¡Y nosotros te ayudaremos!-, dijeron todos los enanucos, alrededor de Esteru.
Y así es como sucede cada Navidad; al final del año, Esteru acude a cada pueblo de Cantabria repartiendo juguetes y regalos a los niños para que sean felices. Los niños celebran su llegada cantando canciones y llevando su mensaje de valentía y bondad.
NOTA: Esta historia ha sido recogida en Ruiseñada (Comillas) en el año 1985. Los comunicantes eran una mujer y un hombre que se llamaban Uca y Juanito. Algunas personas no creen que ESTERU realmente exista. Pero entre los cántabros hay un viejo dicho: todas las cosas que tienen un nombre existen, si nosotros creemos de verdad que existen.
Tecniobras. #Hogares llenos de buenas ideas.
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